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Inmovilidad Tónica Ante Un Ataque Sexual
La inmovilidad tónica o sideración, durante un ataque sexual, es un mecanismo de respuesta adaptativa y fisiológica. Consiste en un tipo de inhibición temporal del movimiento, aturdimiento, rigidez corporal e incluso incapacidad para gritar, ocurre de manera repentina e involuntaria. Esta respuesta, es causada por un miedo intenso y la percepción de indefensión, al considerarse, que existen pocas probabilidades de escapar de la situación peligrosa y que poner resistencia, incrementaría el riesgo de sufrir lesiones.
En muchas ocasiones, junto con la inmovilidad tónica, se produce un segundo fenómeno, conocido como disociación. El cerebro, para reducir el impacto psicológico del evento, desconecta de la realidad y de las emociones. Es común, que la persona que está en estado de disociación obedezca de manera automática y desconectada a quien la está violentando (Sanchez & Walter, 2021).
¿Es la Inmovilidad Tónica, Un Fenómeno Común Durante Un Ataque Sexual?
Es difícil dar una respuesta contundente, dada la compleja naturaleza de la inmovilidad tónica y las diferentes maneras que existen de responder ante un evento de violencia sexual. Sin embargo, se han realizado algunos estudios, que pueden ofrecer una noción de la magnitud de este fenómeno.
De acuerdo con un estudio realizado en Estocolmo, publicado en 2017 por la revista internacional acta obstetrecia et gynecologica scandinavica. Se encontró que, el 70% de las mujeres, que fueron atendidas en una clínica de urgencias para mujeres sobrevivientes de violación, experimentaron inmovilidad tónica significativa durante la violación y el 48% cumplió con los criterios de inmovilidad tónica extrema.
Por otro lado, también se ha visto, que las mujeres que experimentaron inmovilidad tónica al ser atacadas sexualmente, tienen más probabilidades de desarrollar trastorno por estrés postraumático o trastorno de ansiedad (Desconcierto, 2018).
Siempre Respondemos Ante La Violencia: Otras Reacciones Naturales Después De un Ataque Sexual
Ninguna persona es pasiva ante los actos de violencia, siempre se rechazan y siempre se responde. Es necesario deconstruir la creencia, de que sólo se responde a la violencia, si se logran detener las agresiones. Reacciones como, el llanto, la vergüenza, el asco, el miedo, o cualquier pensamiento y acción ante la violencia; lejos de ser símbolos de vulnerabilidad y debilidad, son formas de respuesta, que demuestran desacuerdo y resistencia al abuso y poder.
Las personas que sobreviven a un evento de violencia sexual, reaccionan de múltiples maneras, estas reacciones, dependen en gran medida, de la valoración que hagan de la situación, del posible daño al que se enfrentan y de las herramientas con las que cuentan, al momento de hacerle frente a la situación de violencia.
Las siguientes, son algunas reacciones experimentadas por la mayoría de las mujeres que han vivido un ataque sexual:
· Negación, incredulidad
· Fantasías de control
· Re experimentación
· Vergüenza, culpabilidad, ideas de haber hecho algo mal, atribuyéndose la responsabilidad de la violencia
· Sensación de ineficacia ante la vida y el autocuidado
· Estrés, tensión o malestar corporal
· Ansiedad, depresión, shock emocional
· Desorientación
· Miedo, asco, odio
· Lubricación vaginal y orgasmos involuntarios (siendo estas, reacciones fisiológicas del cuerpo intentando sobrevivir al ataque, que nada tienen que ver, con el consentimiento sexual ni con el deseo o el placer).
Todas estas reacciones, son naturales cuando se ha vivido un ataque sexual. Son el intento que hacen cuerpo, mente y emociones, para recuperarse de la situación y volver a un estado de homeostasis. Es importante, poner en valor las estrategias utilizadas, no minimizar estas reacciones, atenderlas y buscar la ayuda apropiada dependiendo del caso. Esta ayuda puede ser, desde platicarlo con alguna persona cercana, que pueda ser sensible ante la situación, hasta acudir a algún centro que ofrezca atención especializada en situaciones de violencia, para recibir asistencia médica, psicológica e incluso legal. (Manual violencia sexual comunitaria hombres PDF | PDF | la violencia contra las mujeres | mujer, s.f.)
El papel de la Cultura De La Violación: Uno de los Cómplices de la Violencia Sexual
Cuestionar los discursos dominantes, sobre lo que se dice, lo que se cree y se percibe de la sexualidad a nivel colectivo, probablemente no erradique las violaciones sexuales, sin embargo, contribuye a desmantelar la cultura de la violación. Pero, ¿Qué es la cultura de la violación y cómo se relaciona con los ataques sexuales?
La primera vez que apareció el término, fue en 1974, en el libro Rape.The first Sourcebook for Women, escrito por las feministas radicales, Noreen Connell y Cassandra Wilson. Para referirse, a la actitud de tolerancia, e incluso de complicidad, que la sociedad muestra ante los ataques sexuales. Producto del conjunto de creencias, del poder y control patriarcal de las mujeres y sus cuerpos.
La manera en la que histórica y sistemáticamente, las instituciones, el aparato legislativo-judicial y los medios de comunicación. Han abordado estas violencias, han favorecido a su normalización, puesto que implícita y (muchas veces) explícitamente, se ha reforzado los estigmas y estereotipos que, desacreditan y culpabilizan a quienes viven la violencia y desresponsabilizan a quienes la generan (Jaenes & Márquez, 2021).
Este sistema, es más complejo de lo que aparenta, la cultura de la violación, forma parte de un conjunto más amplio de poder y opresión. El patriarcado, el capitalismo, el racismo, el capacitismo, la cis y la heteronormatividad y la sexualidad obligatoria- y las personas que se benefician de estos sistemas- se apoyan en una cultura que oculta y desestima la violación de los límites, que utiliza la sexualidad para hacer a unos menos o más humanos que otros, que culpa y vuelve a traumatizar a las víctimas de violencia sexual mientras libera a los agresores. Los sistemas opresivos llevan años resistiéndose al cambio, y disponen de distintas tácticas para resistirse. (Popova,2021, p.149)
Una de las principales estrategias, utilizadas por los sistemas opresivos, para resistirse al cambio, es aprovechar el poder y el alcance que tienen los medios de comunicación. De ahí el hecho que, cobre especial importancia, las lecturas que hacen los medios de comunicación sobre los ataques sexuales. Puesto que lo anterior, determina, la manera en la que transmiten a la sociedad, la información sobre los eventos de violencia ocurridos. En general, estas ideas no se transmiten de manera directa, la mayoría de las veces se transmiten como mensajes aparentemente “inocentes”; que perpetúan la violencia y la dominación de un grupo hacia otro, siendo revictimizantes y alimentando el discurso del terror sexual. En una forma que, al ser indirecta, la mayoría de las ocasiones, pasa sin cuestionarse, incluso para las personas del grupo dominado, que llega a ser, hasta cómplice de esta dominación. Esto es lo que se conoce como violencia simbólica.
Como diría el psiquiatra Tom Andersen, el lenguaje no es inocente, por ejemplo, cuando se nombra a un grupo de generadores de violencia, “manada” o “bestias”. O cuando el titular que encabeza una noticia dice: “Tres marroquíes violan brutalmente en una playa de Málaga a una mujer en estado de embriaguez”. No se están utilizando palabras libres de carga, la sociedad ya cuenta con un estereotipo y con mitos asociados a estos adjetivos calificativos.
“Y la culpa no era mía, ni donde estaba, ni como vestía”: Mitos alrededor de los ataques sexuales
A la cultura patriarcal y de la violación, la mantiene y la refuerza, la existencia de una serie de mitos, que se consideran historias verdaderas, ya que están muy extendidos y arraigados entre la sociedad, aunque se trate de historias falsas. Estos mitos incluyen, ideas que van, desde cómo deben comportarse las sobrevivientes de una violación, hasta las creencias que se tienen sobre el tipo de personas que ejercen los ataques sexuales, que es realmente una violación, o a quien le toca prevenir que ocurran. Todos estos mitos, minimizan o invisibilizan los actos de violencia sexual, culpabilizando y desacreditando a las sobrevivientes y quitándole responsabilidad a quienes ejercen la violencia. Algunos de los mitos más comunes son:
Mitos respecto a los ataques sexuales
· La violación es sexo
· Todos los delitos sexuales son violentos
· Las agresiones sexuales ocurren en lugares oscuros, solitarios y en ambientes marginales
· La violación dentro del matrimonio o en una relación de pareja no es delito
· Es fácil detectar una agresión sexual, siempre deja marcas físicas
· Si es una verdadera agresión, se denuncia de forma inmediata
Mitos de la persona que agrede sexualmente
· El violador es un loco, reprimido sexual, depravado
· Los violadores son extranjeros, son negros, son de fuera
· El deseo sexual masculino es profundo, irracional, irremediable e irrefrenable
· La mayoría de quienes agreden sexualmente, son delincuentes y son desconocidos para las sobrevivientes a la violación (la mayoría de las agresiones sexuales, son llevadas a cabo por personas del entorno cercano, pareja, expareja, familiares, conocidos, compañeros. Por esa razón, muchas veces, estos ataques sexuales, son silenciados)
· Han vivido violencia en su infancia, malos tratos o algún tipo de violencia sexual
· Estaba bebido o drogado cuando cometió la agresión (estar bajo el influjo del alcohol o las drogas, pueden ser desinhibidoras y agravantes de la conducta, más no los causantes de las acciones de violencia cometidas)
· A quienes agreden sexualmente se les puede reconocer por su aspecto o por su conducta, son marginales (en realidad, la mayoría son hombres perfectamente integrados en la sociedad, pueden formar parte de los cuerpos de seguridad, de los cuerpos docentes, referentes religiosos, empresarios, etc.)
· La mayoría de los agresores sexuales reinciden en el delito (el porcentaje de reincidencia es alrededor del 15%, es relativamente bajo comparado con la delincuencia general, que se sitúa en el 50%)
Mitos de la persona que es agredida sexualmente
· Solo las mujeres son violadas
· La mujer con “un largo recorrido sexual” o con parejas múltiples, no pueden ser violadas
· Quienes realizan trabajo sexual no pueden ser violadas (este mito, las expone a un mayor riesgo de agresión sexual)
· La mujer dice no, cuando en realidad quiere decir que si (mitos como este hacen que las expresiones de consentimiento y no consentimiento sean ambiguas y poco fiables)
· Quien ha vivido un ataque sexual, no podrá recuperarse nunca
· Le ocurren, a quien está, sola en la calle de noche
· Las agresiones sexuales las viven personas, de bajo nivel económico o cultural
· Una fuerte resistencia, impide la violación
· Las mujeres precipitan la violación, con su conducta provocativa (llevar una tanga, no llevar ropa interior, usar ropa entallada y corta, coquetear, beber alcohol, hacer autostop). (Popova, 2021).
Estos mitos, influyen, no solo en las creencias que se tienen sobre temas relacionados con la sexualidad y la violencia sexual, sino también en la manera en la que se elaboran, se interpretan y se aplican las leyes. Asimismo, estos mitos, se superponen, en el enfoque, bajo el cual se diseñan las políticas públicas (o la ausencia de políticas), destinadas a la prevención, atención, reparación y erradicación de estas violencias.
Solo Si es Si: Consentimiento Sexual
Gran parte del conocimiento, con el que cuentan hombres y mujeres, sobre la sexualidad, las relaciones erótico-afectivas y el consentimiento. Lo adquieren en el entorno de la cultura general, siendo sus principales fuentes de información: el internet, sus pares, la pornografía, las series televisivas y novelas románticas. Dándole especial protagonismo, al coito pene-vagina, aunque la realidad, es que, el abanico de expresiones erótico- afectivas y de orientaciones sexuales es mucho más amplio.
En muchos, de estos productos culturales, es poco habitual, que se muestre la negociación explicita del consentimiento, esto, sumado a las actitudes sociales y a la educación sexual, carente de perspectiva de género; condicionan a las mujeres, a creer que su función, es satisfacer las necesidades sexuales de los hombres. Reforzando el estereotipo, del hombre joven, blanco, cisgénero, heterosexual, sin discapacidad; que es todo un seductor, con un intenso apetito sexual y quien, siempre toma la iniciativa. Frente al estereotipo, de la mujer joven, blanca, delgada, cisgénero, heterosexual, sin discapacidad, con poca libido sexual y con una actitud pasiva y al servicio de las demás personas.
Así como estos estereotipos, la sociedad, tiene numerosas ideas dominantes sobre la sexualidad, muchas de estas ideas, son interiorizadas, influyendo y limitando, las actuaciones y la capacidad que tienen las personas, de elegir, lo que hacen con su cuerpo, quien más tiene acceso a este y bajo qué condiciones. Las personas deberían, poder ejercer su derecho a consentir el contacto sexual, sin presiones, coacciones, ni la intervención de terceras personas que tengan poder sobre ellas.
La perspectiva del “si es si”, considera el sexo, como algo positivo y busca ratificar la agencia de las mujeres, en la negociación del consentimiento. Es importante, que estas negociaciones, ocurran antes y en otros contextos no sexuales, para que el consentimiento sea válido. Otro componente a tener en cuenta, cuando se habla de consentimiento, es que, tiene que ser continuado en el tiempo, es decir se puede cambiar de opinión y retirar el consentimiento en cualquier punto del encuentro sexual. En el momento, en el que las negociaciones sobre el consentimiento, no son respetadas, o que alguien, no está en condiciones para consentir o negociar libremente un encuentro sexual (por las razones que fueran y sin importar el tipo de vinculo que se tenga con quien, o quienes ejercieron la violencia) y este se consuma, se estaría hablando, de un ataque sexual, aun cuando este, no implique el uso de la fuerza, ni si la persona que fue violentada, se resistió o no (Popova, 2021).
“No solo lo personal es político, también lo sexual”: Del consentimiento al deseo
El deseo que experimentan las personas, aunque se crea que es personal y subjetivo, en realidad, tiene una fuerte influencia de varios factores: estilo de vida, el estrés, el cansancio, desajustes hormonales, algunas enfermedades, psicofármacos, factores socioeconómicos, entre otros.
De acuerdo con el artículo, Differences in orgasm frequency among gay, lesbian, bisexual, and heterosexual men and women, publicado en el 2017, solo el 65% de las mujeres que mantienen relaciones sexuales heterosexuales, tienen un orgasmo, frente al 86% de las mujeres lesbianas y el 95% de los hombres. Sin duda, estos datos son un indicador de la existencia de una brecha sexual, cuyo principal responsable, muy probablemente, sea la construcción androcéntrica del placer, el cual, se limita a la penetración.
El orgasmo femenino, ha sido un tabú e incluso ha sido castigado y perseguido, en algunas etnias africanas, se sigue practicando la ablación del clítoris como un medio para controlar el cuerpo y la sexualidad de las mujeres. Es necesario, empezar a hablar del placer femenino, darle el protagonismo que se merece, en palabras de Nerea Barjola, las mujeres, tienen que replantearse los placeres, conceptualizarlos y poner sobre la mesa, su propia voluntad. Ofreciendo una contrarepresentación al relato hegemónico que se les ha sido marcado. La cuenta pendiente es lograr que las relaciones sexuales, además de consentidas, sean deseadas y placenteras (Jaenes & Márquez, 2021)
“No andes sola de noche, te puede pasar algo”, “no hables con desconocidos”: El discurso del terror Sexual
La cultura patriarcal, androcéntrica y heteronormativa, juega un papel fundamental, en la manera en que las personas van construyendo su identidad. A través de la socialización de género, las personas van aprendiendo e incorporando, maneras de pensar, sentir, comportarse y vivirse como hombre o como mujer. Esto, de acuerdo con una serie de normas, creencias, valores, expectativas y mandatos sociales preestablecidos, que dan significado a lo masculino y a lo femenino.
La manera en la que está configurada la cultura, pone en un lugar de superioridad, dominación y poder, todo lo referente a lo masculino y lo femenino, es desvalorizado, controlado y oprimido. El estado, las leyes, el aparato de justicia, las normas, costumbres y creencias, van perpetuando y manteniendo este sistema, plagado de discriminación, desigualdades y violencias machistas.
Uno de los mecanismos más perversos, que se sigue utilizando, es la socialización del terror sexual. El principal objetivo, es mantener a las mujeres, domesticadas, oprimidas, y en el terreno privado, limitando su autonomía y libertad sexual. Desde muy pequeñas, a las mujeres se les va educando, bajo la premisa de que son vulnerables, que están expuestas al peligro y que una de las peores cosas que les puede pasar en la vida, es ser violadas. En ese sentido, se les enseña y aprenden, a que son ellas, quienes deberían protegerse y evitar los ataques sexuales. Por lo tanto, el mensaje implícito es: “si vives un evento de violencia sexual, es tu culpa, algo hiciste o dejaste de hacer para que ocurriera la violación”. Lo anterior, va generando un estado de terror y alerta constante, que en ocasiones resulta paralizante, por la sensación de indefensión aprendida, que les hace creer que son incapaces de defenderse. Y las lleva a adoptar una serie de medidas “preventivas” y de autocontrol (evitar ciertos lugares, cambiar las rutas cuando van por la calle o caminar más rápido, evitar estar solas, controlar la manera de vestir, de comportarse y muchas otras estrategias.) para evitar ser violadas.
De acuerdo con la politóloga Nerea Barjola, cada agresión sexual, funciona como una especie de advertencia, que le recuerda a las mujeres, que no están a salvo y que continuamente corren el riesgo a ser violadas. Reactivando una y otra vez, el miedo aprendido. Como se mencionaba anteriormente, los medios de comunicación son los encargados de intensificar y consolidar este discurso del terror sexual. No solo, con los titulares sensacionalistas y en ocasiones amarillistas, que encabezan, las noticias sobre los eventos de violencia sexual. También, al transmitir los pormenores de los hechos, ¿dónde?, ¿cómo ocurrió?, ¿qué estaba haciendo la mujer, antes de ser atacada sexualmente? O mostrando las imágenes de los cuerpos agredidos, torturados y mutilados (Velte, 2019).
¿Cómo quitarle fuerza al discurso dominante del terror sexual y empezar a construir historias alternativas?
La experta en autodefensa, Maitena Monroy, habla, de la necesidad de dejar de considerar a las mujeres, como, pasivas ante la violencia y empezar a visibilizar y reconocer, su capacidad para responder. Muchas mujeres, no son conscientes de todos los recursos y herramientas con las que cuentan y que ponen en marcha cada día para hacerle frente a las violencias machistas que viven. Así mismo, señala la importancia de desligar el componente sexual de la violación, esto, con la finalidad de desmontar mitos, como el que hace referencia, a que los hombres tienen un deseo sexual incontrolable. Por otro lado, serviría para quitar de la ecuación, la vergüenza y la culpa, que sienten quienes son atacadas sexualmente (Velte, 2019).
No todos los hombres son violadores en potencia, ni todas las mujeres posibles victimas